Nuevos Módulos de Capacitación para Nombramiento Docente - Metacognición
El currículo vigente propone como competencia
transversal la gestión autónoma del aprendizaje. Esta competencia –más que ser
considerada como tal y trabajada además de las otras del currículo, asociadas
con las diversas áreas curriculares– debe ser considerada como una competencia
esencial para desarrollar cualquiera de las demás. Aprender a aprender debe
comprenderse como una competencia esencial para el actuar competente; por lo
tanto, es neurálgica en este currículo. Así la metacognición, comprendida como
el pensar sobre cómo pensamos, es el componente central de esta competencia y
en este fascículo iremos descubriendo el porqué.
En este fascículo se presentarán, acorde con
lo recién expuesto, dos aspectos:
• Las nociones básicas vinculadas con la
metacognición y estrategias para promoverla en el aula.
• La metacognición como componente esencial
de la competencia “Gestiona su aprendizaje de manera autónoma”.
¿Qué entendemos por
metacognición?
Aunque en nuestro país el concepto de
metacognición aparece en nuestro diseño curricular recién en este siglo, desde
la década de 1980 este es un tema central para la pedagogía. Su
entrada en el mundo de la educación se da
gracias a la revolución que genera el paradigma socioconstructivista en la
enseñanza y el aprendizaje (Monereo, 1995).
Desde la postura socioconstructivista la metacognición
puede definirse como la capacidad que permite a los humanos ser conscientes
de ciertos aspectos de nuestra cognición, es decir, de algunos de los procesos
y productos que elaboramos en nuestra mente (Monereo, 2008); en este sentido,
hablar de metacognición supone referirse al conocimiento sobre el propio
conocimiento; significa conocer la forma en que se manifiestan nuestros propios
procesos psicológicos (cognitivos, afectivos, volitivos) cuando enfrentamos
diversas situaciones problemáticas. Por eso, para algunos investigadores en
neurociencias la metacognición es una capacidad puramente humana (Swartz, 2008)
que se comprende como una disponibilidad genética del organismo vinculada con
nuestra evolución (biológica y cultural) como especie y que fue fundamental
para nuestra supervivencia, ya que fue necesario desarrollarla para explicar,
primero el comportamiento de los demás y luego, la propia conducta.
Esta relación profunda entre la metacognición
y nuestra especie se ha visto confirmada a través de diversos estudios
realizados sobre la evolución de la capacidad
metacognitiva
desde la
infancia hasta la adolescencia. (Monereo, 1995).
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